Redescubriendo el verdadero poder de la música clásica
Para mí, la música clásica ha cobrado un nuevo sentido, mucho más poderoso. Desde que comencé a trabajar en el ámbito cultural, entendí que su verdadero poder radica en su capacidad para conectar a las personas y transformar vidas.
Aunque admiro a los grandes músicos profesionales, también he descubierto que la música clásica puede ser un motor de cambio cuando llega a quienes nunca imaginaron formar parte de ella. Es ahí donde surgen los proyectos sociales musicales, espacios donde este arte trasciende las barreras de la técnica y se convierte en una herramienta de inclusión, cohesión y desarrollo personal.
Ser directora del coro de la Fundación Atrio en Cáceres, junto a mi compañera Prado, está siendo una experiencia vital en mi vida. Este proyecto reúne a personas jubiladas en un espacio donde no solo cantan, sino que construyen vínculos, se ilusionan con un proyecto común y demuestran que la música clásica tiene un lugar para todos. Mi visión como gestora cultural no es simplemente democratizar este arte, sino compartirlo, porque he visto, ensayo tras ensayo, cómo transforma a quienes participan en él.
Te voy a contar mi experiencia al frente del coro, reflexionaré sobre el impacto social de la música clásica y destacaré la importancia del liderazgo en proyectos inclusivos como este.
La música clásica no solo emociona desde los escenarios: tiene el poder de cambiar vidas, incluida la mía, y proyectos como el coro de la Fundación Atrio Cáceres lo demuestran cada día.
La música clásica: mucho más que arte
La música como puente de conexión humana
En cada ensayo del coro me maravilla presenciar cómo las personas, algunas con vidas marcadas por el aislamiento o una rutina marcada por la soledad, encuentran un espacio donde conectar con otros y consigo mismas. La música clásica, lejos de ser un arte reservado a una élite, puede convertirse en un puente que une a quienes participan en ella, sin importar su experiencia previa o su formación.
La socióloga Tia DeNora, en su obra Music in Everyday Life (2000), afirma que la música tiene un papel central en la creación de identidades colectivas y en la cohesión social. He visto esta teoría materializarse en el coro de la Fundación Atrio, donde personas jubiladas encuentran un lugar para sentirse valoradas y formar parte de algo más grande.
Recuerdo especialmente a un participante que llegó diciendo que llevaba años sin cantar ni socializar. Hoy es uno de los miembros más activos del grupo y afirma que el coro ha cambiado su perspectiva de vida.
La música clásica como actividad, y no producto
El musicólogo Christopher Small, en su libro Musicking (1998), redefine la música no como un producto final, sino como un proceso vivo. Según él, la simple acción de participar en un evento musical —cantando, escuchando o tocando— es una experiencia que conecta a las personas y les da un sentido de pertenencia.
En el coro, este concepto cobra vida. Nuestros integrantes no son profesionales ni lo necesitan ser. Lo que importa no es la perfección técnica, sino el proceso colectivo: aprender juntos, apoyarse y disfrutar de la música.
Cada ensayo es un recordatorio de que la música clásica no tiene que intimidar; puede ser accesible, emotiva e inclusiva para todos.
El liderazgo en proyectos sociales musicales
Un rol más allá de la técnica
Dirigir un coro es mucho más que coordinar voces o marcar el compás. Mi papel como directora implica empatía, paciencia y la capacidad de adaptar el proyecto a las necesidades de quienes lo conforman. Hay días en los que las notas y los compases pasan a un segundo plano porque alguien necesita compartir algo personal o porque el grupo necesita más apoyo emocional que técnico.
Recuerdo un ensayo en el que varios miembros expresaron su miedo a no estar «a la altura» para un próximo concierto. En ese momento fui plenamente consciente de que mi rol como directora no era exigir perfección, sino motivarlos, transmitirles confianza y recordarles que lo importante era disfrutar y transmitir emociones al público.
Crear propósito y comunidad
El éxito de un proyecto como este depende de que los participantes sientan que están construyendo algo valioso, tanto para ellos mismos como para la comunidad. Por eso, además de los ensayos, organizamos presentaciones públicas donde pueden compartir su trabajo y sentirse orgullosos de lo que han logrado. Verlos cantar frente a sus familias y vecinos, emocionados y seguros de sí mismos, es una experiencia que siempre me llena de felicidad.
La música clásica como herramienta de bienestar
Beneficios psicológicos y sociales
Diversos estudios han demostrado los efectos positivos del canto en grupo. La investigación de Clift y Hancox (2010) sobre los coros comunitarios destaca que cantar reduce el estrés, mejora el estado de ánimo y refuerza la autoestima. En el coro de la Fundación Atrio he visto estos beneficios reflejados en los participantes: muchos llegan con ansiedad o sentimientos de soledad y, con el tiempo, se muestran más seguros, activos y felices.
Una participante me dijo una vez que el coro había sido «su salvación» tras la jubilación, porque le devolvió una rutina, un propósito y una red de apoyo emocional. Estas historias son la prueba más clara de que la música clásica no solo alimenta el alma, sino que también sana.
Beneficios físicos y cognitivos
Además de los beneficios emocionales, la música tiene un impacto medible en la salud física y cognitiva. Estudios publicados en Frontiers in Psychology (2013) han demostrado que cantar en grupo mejora la capacidad pulmonar, reduce la presión arterial y estimula el cerebro, ayudando a prevenir el deterioro cognitivo en personas mayores.
En los integrantes del coro he observado cómo la práctica regular del canto mejora su postura, su memoria y su energía general. Muchos me han comentado que se sienten más activos y con una nueva motivación para cuidarse y disfrutar de la vida.
Un nuevo paradigma para la gestión cultural
Democratizar la música clásica
En el ámbito de la gestión cultural, proyectos como el coro de la Fundación Atrio representan una oportunidad para romper con el elitismo que a menudo, en algunos contextos sociales, rodea a la música clásica. Al abrir estos espacios a personas sin experiencia previa, no estamos «diluyendo» este arte; estamos ampliando su alcance y relevancia, haciéndolo significativo para un público más diverso.
Inspirar nuevas iniciativas
Creo firmemente que el modelo del coro es replicable en muchas comunidades. Los gestores culturales tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de integrar proyectos inclusivos en sus programas, no solo para diversificar sus audiencias, sino también para generar un impacto humano duradero.
Para finalizar: la música clásica al alcance de todos
Dirigir este coro me ha enseñado que la música clásica no pertenece a unos pocos, sino a todos los que están dispuestos a escucharla, vivirla y compartirla. Proyectos como este nos recuerdan que uno de sus máximos valores no reside solo en la perfección técnica, sino en su capacidad para transformar vidas y cohesionar comunidades.
Como gestores culturales, tenemos la posibilidad de crear un cambio real a través de iniciativas inclusivas. La música clásica no solo debe emocionar desde los escenarios: debe bajar a la vida cotidiana, tocar corazones y generar un impacto social profundo.